La Escuela de Salamanca y la distribución económica en la naciente Argentina
La Escuela de Salamanca
Resulta llamativo observar que, hasta mediados del siglo pasado, la Escuela de Salamanca estuvo prácticamente ausente en la mayoría de los análisis históricos de la economía. Antes de la publicación de algunos trabajos, como los de J. Schumpeter y M. Grice-Hutchinson, poco se conocía sobre su pensamiento económico. Por más de dos siglos, los salmantinos se mantuvieron ocultos, salvo contadas excepciones, en el mundo angloparlante.
Una explicación de este prolongado olvido reside en la profunda hostilidad británica hacia el catolicismo romano. Tras la llamada “Revolución Gloriosa” de 1688, que expulsó a Jacobo II —el último monarca católico— y consolidó el protestantismo y el sentimiento antipapista, el pensamiento católico quedó no solo relegado, también denostado.
El proceso de inflexión comenzó con la aparición de los trabajos de R. de Roover, quien reveló que los salmantinos habían desarrollado una teoría económica notablemente sofisticada, fundada en la valoración subjetiva y en el funcionamiento real del mercado. De este modo —aunque con críticas severas a muchos de sus argumentos—, se debilitó la idea dominante de que la escolástica era ajena al desarrollo del pensamiento económico moderno.
El reconocimiento contemporáneo de la Escuela de Salamanca cobró impulso con la obra The School of Salamanca. Readings in Spanish Monetary Theory, 1544–1605 (1952), de M. Grice-Hutchinson. Este trabajo introdujo al mundo angloparlante en las ideas económicas avanzadas —incluso protoaustríacas— desarrolladas por los escolásticos españoles del siglo XVI —pioneros en conceptos como el valor, el dinero, el interés y el funcionamiento de los mercados libres— mucho antes de los aportes de Adam Smith y de los economistas clásicos.
Casi de inmediato, la obra de Joseph A. Schumpeter reforzó y consolidó las investigaciones de Grice-Hutchinson. Basándose en los estudios de B. Dempsey, Schumpeter otorgó a la Escuela de Salamanca, en su Historia del análisis económico (1954), un lugar central en la evolución del pensamiento económico moderno y así puso al pensamiento español en un elevado sitial en la historia de la ciencia.
En Derecho, legislación y libertad (1978), F. von Hayek reconoce a los salmantinos como precursores de la teoría subjetiva del valor, de la formación competitiva de los precios y de la teoría cuantitativa del dinero, concibiendo al mercado como un proceso de coordinación espontánea. A. Chafuen, a su vez, muestra que la génesis del pensamiento económico occidental no es exclusivamente británica ni ilustrada, sino que tiene raíces hispánicas más tempranas, centradas en la dignidad del ser humano como fundamento del intercambio.
Distribución económica
Formados en la tradición tomista, los salmantinos usaron la lógica para entender el mundo y buscaron instituciones que promovieran la prosperidad y el bien común. Entendían que la distribución de la riqueza es el resultado natural de la acción libre del mercado dentro de un marco moral. Comprendían, además, que el “precio justo” surge de la competencia, sin privilegios ni controles. Para ellos, la riqueza se distribuye a través del mercado y no mediante un diseño central. En consecuencia, el Estado no debe fijar precios ni redistribuir compulsivamente, pues ello destruye la estimación común del mercado. No formalizaron una teoría distributiva completa; sin embargo, adelantaron principios del pensamiento liberal posterior al concebir la distribución como un proceso espontáneo, coordinado por los precios en un contexto de mínima intervención estatal. O. Popescu, a su vez, sostenía que, para la Escuela de Salamanca, la distribución surge directamente del mercado, determinado por valoraciones subjetivas.
Antecedentes en Argentina
Procedente de España, P. de Oñate llegó al Perú en 1592. Tiempo más tarde, fue nombrado Provincial de los jesuitas en el Paraguay y el Río de la Plata, donde contribuyó decisivamente a elevar el nivel académico de la Universidad de Córdoba. Su labor refleja la transmisión íntegra del pensamiento salmantino a las universidades de los virreinatos sudamericanos y su influencia en la cultura intelectual rioplatense.
G. Furlong reconoce tempranamente la presencia y continuidad de las ideas de la Escuela de Salamanca en la formación doctrinal de los jesuitas y, a través de ellos, en la vida intelectual colonial. Con abundante documentación, revela que la enseñanza en los colegios de la Compañía —Córdoba, Buenos Aires, Santa Fe, Asunción, Chuquisaca— se basaba en manuales y tratados de autores como Vitoria, Suárez, Molina y Azpilcueta. En su obra, Nacimiento y desarrollo de la filosofía en el Río de la Plata 1536-1810, publicada en 1952, se refiere extensamente a la benéfica influencia de Francisco Suárez y de los salmantinos en el virreinato.
En 1802, H. Vieytes ya había fundado el Semanario de Agricultura, Industria y Comercio, un importante difusor de las nuevas ideas económicas. Si bien no estudió a los salmantinos, recibió —como buena parte de la élite ilustrada rioplatense— la tradición del Derecho Indiano, profundamente marcada por Vitoria, Suárez, Molina y Azpilcueta. Su defensa del libre comercio, la condena de los monopolios y privilegios, y la idea de que la riqueza surge del trabajo y del intercambio voluntario se alinean con la ética económica salmantina.
M. Belgrano, educado en las universidades de Salamanca y de Valladolid, fue heredero de la tradición salmantina aún vigente en España, aunque comulgaba también con la fisiocracia y las nuevas corrientes ilustradas. Su preocupación por la distribución encuentra raíces doctrinales en esa ética económica, basada en el orden natural, la propiedad privada, la libertad de comercio y el rechazo de los privilegios. No fue un escolástico, pero heredó buena parte del pensamiento salmantino, reinterpretada en clave ilustrada y adaptada a las necesidades del virreinato y del naciente país.
Sin advertirlo explícitamente, los pensadores de la Generación del ’37 absorbieron este liberalismo hispánico premoderno, nacido con los salmantinos. Por convergencia intelectual, encarnaron muchos de sus principios. No está claro si Juan Bautista Alberdi leyó directamente a los autores de la Escuela de Salamanca. Sin embargo, está demostrado que, a través de Locke, heredó sus fundamentos iusnaturalistas. Su célebre afirmación —“La distribución de las riquezas se opera por sí sola, tanto más equitativamente cuanto menos se ingiere el Estado en imponerle reglas”— refleja ese legado.
Palabras finales
Muchas veces indirecto, el legado salmantino se proyectó en los hombres de la Organización Nacional y en la Constitución. Tanto la Escuela de Salamanca como la tradición constitucional argentina entienden que la distribución económica surge del precio de mercado, del intercambio libre y de la igualdad ante la ley. Sus ideas sobre libertad económica, justicia en el intercambio y distribución espontánea se advierten tanto en los hombres de Mayo -por su formación iusnaturalista- como en la Constitución Nacional.
Es válido reconocer la herencia salmantina —y, en particular, su reflexión sobre la distribución de la riqueza— para comprender que la tradición económica argentina hunde sus raíces en un legado hispánico más antiguo y coherente de lo que la historiografía habitual tiende a admitir.
Manuel Alvarado Ledesma
Licenciado en economía (UBA), profesor y director de CAE, Consultoría Agroeconómica.